viernes, 26 de junio de 2020

Confinamiento. Sexto diario



Miércoles, 22 de abril
Desayuno con la radio puesta y a punto de la intervención del presidente del Gobierno en el Congreso. Seguidamente, y mientras miro el correo, le escucho y seguido al líder de la oposición. Cuando interviene el representante de Vox la apago, ya que la tendencia al vómito es irrefrenable. Hay algo en la derecha de este país que integra su identidad política y es el sentido patrimonial y casi dinástico que tienen del gobierno. Creo que piensan que, por razones de clase o estirpe, les pertenece. Que otros usurpan un lugar que no les corresponde. Es difícil entenderse bajo esos presupuestos. Entro en las redes y mi estupor aumenta. Es evidente que el gobierno en la gestión de la pandemia -única en el mundo y de la que casi nada se sabe y pocos estaban preparados- ha cometido errores y por tanto la crítica es legítima. Pero la total descalificación y el linchamiento generalizado es brutal. Leo y me entero del efecto Dunning-Kruger, el estudio de dos psicólogos americanos acerca de la relación entre conocimiento y afirmaciones de las personas. A mayor desconocimiento mayor es la firmeza de la aseveración y a mayor conocimiento aumenta la duda. En definitiva, nada que no recoja nuestro rico refranero: la ignorancia es compañera de la osadía. 

Jueves, 23 de abril
Festivo, patrón de Aragón y, sobre todo, Día del Libro. A las diez de la mañana hay una videoconferencia muy interesante que convoca la librería Cálamo con cinco editores locales. El motivo es el libro y la actual situación y que deriva en tres reflexiones que, aunque relacionadas, en mi opinión, son diferentes. Una es el confinamiento y la afectación de los libreros y editores, otro es el futuro del libro en papel y las librerías y otra el libro físico versus el libro digital. La limitación de tiempo -una hora y veinte minutos de charla- hace que se mezclen los temas y apenas haya oportunidad de intervenir. Para cuando vuelvan abrir las librerías ya me encargado tres libros. El peso del mundo de Peter Handke, Los diarios de Emilio Renzi de Ricardo Piglia y El libro del desasosiego de Fernando Pessoa. Me los regalo yo. Más tarde tengo una pequeña tertulia telemática con mis amigos. Por la tarde comienzo a leer un libro de Raymond Carver, Tres rosas amarillas, que me resulta muy interesante. Creo que representa muy bien a esa literatura que tan bien simboliza a la América profunda y pleno de un realismo descarnado. Se trata de un libro dividido en seis narraciones a cuál mejor.

Viernes, 24 de abril
Día con las rutinas habituales y que no merecen reseña. Es una pena que libros como el de Carver tengan defectos tan evidentes de traducción o corrección. Tengo que reconocer que cada día son más frecuentes en el habla y escritura de mucha gente que confunde el condicional perfecto con el pluscuamperfecto de subjuntivo en sus dos formas. Utilizar habría en lugar de hubiera o hubiese. Me molesta mucho. Pero lo que ya es terrible y de difícil arreglo es el mal uso y tremendo abuso del adverbio relativo de lugar donde. Sirve para todo y sustituye -economía perversa del lenguaje – a las expresiones en el que y en la que. Ejemplo: fue un partido donde no hubo prórroga. Un partido no es un lugar sino un encuentro y por tanto lo correcto es decir fue un partido en el que no hubo prórroga. Os invito a escuchar radio, ver televisión y leer prensa y veréis la cantidad de veces que se utiliza mal. Hasta el punto, repito, de que lo considero irreversible y veremos si pronto la RAE lo acepta. Perdón por este despliegue de purismo. Pero me gusta Carver. Mucho. Por cierto, he comenzado a escribir ese “me gusta” y “no me gusta” propuesto. No sé si es la forma solicitada. Lo veremos.

Sábado, 25 de abril
Hoy no puedo evitar un recuerdo a la revolución más hermosa de la historia. La Revolución de los claveles en Portugal. Me vais a perdonar por esta inserción directa de Wikipedia pero me emociona el recuerdo de haber visto los lugares en los que se produjeron los mejores momentos de esa aventura del país fraterno y vecino con el que siempre hemos convivido de espaldas. La revolución comenzó a las 22:55 horas del 24 de abril, con la conocida canción E depois do Adeus de Paulo de Carvalho, que había representado a Portugal en el Festival de Eurovisión unos días atrás, transmitida por el periodista João Paulo Diniz de la Rádio Emissores Associados de Lisboa, que era el primer aviso para que las tropas se prepararan en sus puestos y sincronizaran relojes. A las 00:25 horas del 25 de abril, la Rádio Renascença transmitió «Grândola, Vila Morena», una canción revolucionaria de José Afonso, prohibida por el régimen. Era la segunda señal pactada por el MFA para ocupar los puntos estratégicos del país fijadas por el puesto de mando del mayor Otelo Saraiva de Carvalho. Uno de los hitos de aquellas concentraciones fue la marcha de las flores en Lisboa, caracterizada por una multitud pertrechada de claveles, la flor de temporada. Una camarera, Celeste Caeiro, que regresaba a casa cargada con las flores retiradas de los adornos de un banquete suspendido por la situación, no pudo dar el cigarrillo que un aterido soldado le pedía desde un tanque en la plaza del Rossio, justo al inicio del Largo do Carmo, donde los tanques de los sublevados aguardaban nuevas órdenes en una tensa espera desde la madrugada. Como la joven sólo llevaba los manojos de claveles, le dio uno. El soldado lo puso en su cañón y los compañeros repitieron el gesto colocándolos en sus fusiles, como símbolo de que no deseaban disparar sus armas, extendiéndose la acción por toda la ciudad y generando el nombre con el que la revuelta pasaría a la historia. 
Hoy, no he sabido escribir nada más hermoso.

Domingo, 26 de abril.
Amanece esperanzador el día con la perspectiva de la salida de los niños a las calles. Verlos con sus patines, patinetes, correr, saltar o caminar simplemente de las manos de los padres, rompe la distopía que estamos viviendo y todo es más humano. Desde mi ventana, saludo a mi hija mayor y mis dos nietos. El mayor, aún es consciente del correcto uso de la mascarilla y camina tranquilo. El pequeño, inquieto como corresponde a su edad, se la toca, baja, estira, se toca la cara hasta que su madre decide quitársela. El contacto es en la distancia y la conversación telefónica. Los veo hasta el cruce de Goya – Gran Vía y desaparecen dirección a la plaza de San Francisco. He comenzado la lectura de los Dichos de Luder, también de Julio Ramón Ribeyro, que me está resultando tan atractivo como el anterior. Estoy viendo una serie de indudable éxito -seis temporadas- y que no ofrece más que tópicos clásicos de las series policiales. Pero está bien hecha y entretiene, algo que tampoco va mal en estos días. 

Lunes, 27 de abril.
Pongo la radio y escucho la palabreja de marras. Priorizar. No la soporto. Esa fiebre que nos ha entrado, influidos por expresiones anglófonas, de verbalizar los sustantivos, es una plaga que limita y envilece nuestra lengua. Expresión que se introdujo desde los foros económicos y de marketing y que se ha impuesto de forma definitiva arrinconando a la hermosa forma de dar prioridad. Priorizar, además de fonéticamente fea, es una voz con resonancias radicales, de orden, autoridad, firmeza y casi marcial, sustituye a dar prioridad, que significa conferir a algo importancia, pero desde actitudes amables, suaves, que otorga o dispensa consideración. Priorizar es norma y dar prioridad es concesión. ¿Acaso es los mismo priorizar que los ancianos tengan asiento en el tranvía que dar prioridad de asiento a los mismos? ¿No contiene una cierta bondad, serenidad y es fonéticamente más hermoso dar prioridad? Pues hoy se prioriza todo. Será el signo de los tiempos que vivimos. Yo, desde luego, seguiré dando prioridad. Y con una sonrisa.

Martes, 28 de abril.
Por la mañana, escucho cosas que cada día me asombran más. Para algunos, el Ministro de Sanidad es un “pobre hombre” y Manuel Castells, probablemente el curriculum más brillante de toda la historia de la democracia -Derecho, Económicas, Filosofía y Sociología, el profesor más joven de la Universidad de Paris y profesor en diez universidades americanas – es un “friqui”. Enmudezco. No sé si leer algo de Millás que me relaje, el Invierno en Lisboa de Muñoz Molina o La trilogía de Auschtwitz de Primo Levy. Señor, qué paciencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario