jueves, 11 de junio de 2020

Confinamiento. Tercer diario.


Miércoles, 1 de abril. Me asomo a la ventana y veo que cae una fina lluvia que hace que los embaldosados luzcan brillantes y solitarios. Ya son veinte días de confinamiento y lo más incómodo es la ignorancia y la ausencia del otro. El otro llegará, pero, ¿cuándo? Las noticias son alarmantes. Comienzo a saber de gente cercana que sufre la infección. Impresiona. El confinamiento es cómodo y, por tanto, muy soportable, pero el cansancio psicológico hace su mella. Necesitamos al otro para afirmarnos y lo que encontramos es distancia y miedo en los escasos momentos de salida. Son instantes en los que las ausencias, los temores y la preocupación se enrollan como un cable de teléfono y nos concentramos en nosotros. Nos es malo este hablar con uno mismo, ser tu propio interlocutor. Pero, aunque disciplinemos en el futuro ese hábito beneficioso, necesitamos el abrazo, el beso, la caricia del aire, sentir y compartir la vida. Lo necesitamos porque nadie nos asegura que no habrá otra vez. En cada instante nos estamos despidiendo y eso es lo que lo hace único y hermoso. Y solo se completa con el otro, que es quien le da sentido. Ojalá este momento forme parte de uno de mis futuros recuerdos.

Jueves, 2 de abril. Hoy mi sobrina cumple 9 años. Le preparamos un video con mis hijos que hace que la pequeña se emocione. Resulta fantástica la tecnología en estos momentos. Según me dice un amigo médico, están permitiendo que, casi hasta en las UVIS, los Smartphones acompañen a los pacientes. Es una minúscula ventana al mundo. Una música, unas palabras, una foto o unos vídeos puede hacerles sentir y combatir esa dura soledad. Sentir que afuera otros están con él. También tiene esa posibilidad lúdica que transmite empatía de una forma entre divertida y expresiva. Preparamos otro vídeo para una amiga que cumplirá años el sábado. Decidimos simular una carrera por el pasillo de casa y dedicarle el triunfo. Primero Carmen y el video queda muy bien. El mío, hay que repetirlo tres veces porque es incapaz de contener la risa y mantener el silencio. Yo, simulo una carrera de marcha atlética que resulta, de puro ridícula, muy divertida. Se lo enviamos a su hija para que lo añada a otro en el que hay más gente y nos dice que no puede parar de reír. Reír, reír…nos hace falta tanto. 

Viernes, 3 de abril. Unorthodox. Ha sido lo más interesante del día. Una serie en cuatro capítulos de unos cincuenta minutos que casi compone una película de largometraje. La comenzamos de seis a ocho de la tarde y la concluimos de diez a doce de la noche, además de veinte minutos de un making off muy interesante. Una joven judía, en Nueva York, perteneciente a un grupo ultra ortodoxo, después de una boda concertada, abandona ese mundo y escapa a Berlín con su madre que, en su momento, pudo huir de ese entorno. La historia, basada en hechos reales, conmueve, indigna, emociona y angustia. Es el contraste de la vida contra su negación. La religión llevada a sus últimos extremos -tengo dudas de que no sea extrema intrínsecamente- que convierte a personas de buenos sentimientos en fanáticos irredentos. Me recordó, por momentos, la asfixia de “Camino”, la película de Javier Fresser. ¿Cuántos dogmas abrazamos sin reflexión? ¿Cuánta irracionalidad estamos dispuestos a soportar? ¿Cuántos miedos nos llevan a refugios que nos ahogan y desprotegen? Son preguntas que nos pueden acompañar en estos días de confinamiento que tampoco nos han librado del sectarismo y el enfrentamiento más innoble. Me descargo, para más adelante, “El río baja sucio” de David Trueba. Me gusta mucho David. Tiene una fina ironía que te hace sonreír, y posee gran sensibilidad desde una aparente intrascendencia. Termino Yo, Julia, sigo con Prosas apátridas, y tomaré el de Trueba. 

Sábado, 4 de abril. La ventana se convierte en una tentación. El esplendor de un día luminoso hace más difícil el confinamiento que, a pesar de todo, se alivia con la esperanza futura. Se hacen extrañas esa luz y las ausencias. Ese mirar la vida interior sin el afuera. Se ven rostros, en las pocas personas que intermitentemente circulan, protegidos por mascarillas que construyen un escenario distópico que se repite y acecha. Me pongo a leer y establezco un mínimo espacio entre mi libro y la luz, en el que me encierro sin tabiques ni puertas. Y mejora mi sensación de plenitud. Ni siquiera requiero música. La pospongo hasta el atardecer como goce último. Como un desenlace armonioso que me procura serenidad y equilibrio. Mientras tanto…resisto la rutina.

Domingo, 5 de abril. Se nos ha ido, Luis Eduardo Aute. El tiempo, inexorable, nos despoja de referentes importantes en nuestra vida. Aute lo fue en la mía. Renacentista multidisciplinar en una época que salía de un tiempo oscuro y con un ansia de libertad…que venía con hambre atrasada. Poeta, pintor, escultor, músico, compositor, cantante -por presión de sus poemas- cineasta y, sobre todo, enamorado de la vida y del amor. Su música nos acompañó a lo largo de los años. Y como solo sucede con los grandes, algunos temas, por sí solos, justifican toda una carrera. Nos ha dejado en tiempos difíciles y duros. Sin poder despedirnos ni darle un emocionado adiós. Como llevando al extremo esa discreción, que fue siempre la expresión de su elegancia. Quizás mañana, al alba, nos vuelva a decir…que no todo fue naufragar/ por haber creído que amar/ era el verbo más bello. Que nos lo repita una y mil veces. Nos va la vida en ello.

Lunes, 6 de abril. Un día plano y pleno de rutina. Una buena noticia es que haya cien muertes menos. Lo más terrible es la soledad de los que se van y la de los allegados. La crueldad de que una vez ingresados, y si mueren, ya no se van a ver nunca más. Hablo con un responsable de enfermería del Hospital Miguel Servet y me dice que es lo que más les conmueve. El aislamiento que concluye en la muerte en soledad y la privación del adiós. Todo muy difícil e irreal ni no fuera porque es real. Sigo con mis ejercicios, cine, música y lectura. A punto de acabar Yo, Julia, me canso. Tiene todos los elementos para ser un best seller, pero no es otra cosa. Como un tebeo de romanos de mi infancia, pero en libro bien escrito y bien documentado. No me es suficiente. Un día más y un día menos. Matemáticamente son lo opuesto. Mirado desde la vida, es lo mismo. 

Martes, 7 de abril, Se me pegaron las sábanas. Me he levantado tarde y justo para la ducha, el desayuno y prepararme para la tertulia virtual de los martes. Un rato agradable con un monotema. Vamos más allá y proyectamos un futuro sanitario, económico y mundial. Llegamos hasta la oposición de la libertad individual y el bien común. En mi opinión, esa libertad individual forma parte del bien común. Una es consecuencia del otro. Un rato de debate entretenido y jubiloso que no ha llegado a la política. Cómo me cansa. Estéril y fuente de confrontaciones. Comida rica, noticias malas y un rato de siesta. A por los romanos y César Augusto. 

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