miércoles, 8 de julio de 2020

La salida...poco a poco.


    
Esta semana hemos comenzado el desconfinamiento de forma muy paulatina. Una pequeña rendija, una puerta que se abre tímidamente y que, a pesar de todo, desborda las previsiones y se llenan la calles. Asombra la cantidad de gente que hace deporte y que, al menos hasta ahora, no había percibido. Mucha polémica con el civismo y el cumplimiento de las normas, que se aprecia claramente que se vulneran. Creo que la idealización de la actitud ciudadana ha sido excesiva. No es tan complejo ese confinamiento de dos meses cuando si sales sin justificar eres sujeto de una sanción. Eso es bastante fácil. El problema es cuando tienes un cierto grado de libertad y el control del cumplimiento de las recomendaciones está en tus manos. Ahí es cuando se evidencia la madurez, la responsabilidad y el sentido cívico. Después de lo que estamos viviendo -no olvidemos que estamos todavía en medio del problema- causa estupor la actitud y los comentarios de mucha gente. Tengo la impresión de que la gravedad de la situación no ha calado debidamente y que hay un cierto grado de frivolidad incluso en determinadas autoridades. Qué duda cabe que el quebranto económico es notable, pero hay que establecer claramente las prioridades. Nos encontramos ante un problema de salud, económico, social y, lamentablemente, político. Tanto lo económico como lo social tratan de forzar a lo político para que rebaje las defensas ante el problema sanitario. Y en esa actitud subyace el interés desmesurado de un sistema depredador. Deseo y confío en que estemos haciendo las cosas bien y que la epidemia haya entrado en un estado de cierto control. Por mi parte sigo con ese temor responsable que conlleva evitar todo riesgo que no sea imprescindible hasta que, como mínimo, no haya un tratamiento eficaz ante la pandemia. Y, por tanto, he salido poco. Los horarios, que no critico, tampoco me invitaban a ello. Por la mañana me hacían madrugar más de lo habitual y por la tarde la pereza se me apoderaba. De todas formas, he salido dos o tres días a la caída de la tarde y evitando espacios en los había mucha gente. Esa sensación de rebaño autorizado me gusta poco. No sé si el confinamiento se ha apoderado psicológicamente de mí, pero, al menos, de momento estoy mejor en casa que en la calle. Y eso que la calle y los paseos me gustan mucho. Pero la sensación de que son condicionados sobrevuela mentalmente y me incomoda. La próxima semana parece que habrá un cierto grado de normalidad pues la apertura de comercios y hostelería nos hará la calle más cercana. Pero sigo preocupado.

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