Reflexionaba estos días, con motivo de diferentes noticias aparecidas en prensa, televisión y redes sociales y también como consecuencia de alguna polémica en ellas, acerca de los conceptos que dan título a este escrito. Ya en su momento, y a raíz de los luctuosos y criminales sucesos acaecidos en París, escribí un post en mi blog que titulé “Je suis Charlie Hebdo” en el que mostraba mi incondicional defensa de los derechos de la revista y de lo publicado. Me llamó entonces la atención que desde determinados ámbitos, que incluso se sienten progresistas, si bien condenaban los atentados –creo que no podía ser de otra forma- reconvenían a la revista por lo innecesario e irrespetuoso de su publicación. Este tipo de actitudes “tolerantes y políticamente correctas” son lo más peligroso que existe para la libertad de expresión y por ende para la libertad en general, ya que introduce un matiz deductivo acerca de que la falta de respeto a las ideas trae como consecuencia los actos más bárbaros y criminales. Si procuramos respetar a las ideas no tendremos consecuencias tan nefastas, nos dice el mensaje, conculcando principios sobre los que se sustenta nuestra preciada libertad. Lo mismo ocurrió y es algo permanente con los temas que afectan a la religión, con una “drag queen” crucificada y ganadora de unos carnavales canarios. Desde determinados ámbitos han hablado de blasfemia, concepto de carácter religioso. Volveremos a conocer denuncias, abogados, fiscales y jueces basados en unos supuestos “atentados a los sentimientos religiosos” que probablemente concluyan en un sobreseimiento de la causa. También, un autobús pintado con lemas subliminalmente homófobos indignó a muchas personas en las redes sociales. Sobre este hecho y a falta de conclusiones de carácter judicial acerca de si se ha cometido delito –no soy un experto como tantos que abundan en internet- manifestaré que tengo mis dudas acerca de si está amparado por la libertad de expresión que sólo tiene como límite el Código Penal. En definitiva y tratándose de dos casos situados en las antípodas del pensamiento pueden tener en común ese derecho a la libertad de expresar una creencia u opinión dentro de la legalidad. Y muy probablemente los que consideren indignante uno no les parecerá lo mismo el otro. Como no es la intención de este escrito dar una opinión de ambos casos, no lo voy a hacer, ya que creo que cualquiera que me conozca algo puede deducirla; sólo aprovecho para lamentar el enorme eco que una “indignada torpeza” ha procurado a una de ellas. Pero lo que me ha llamado la atención ha sido la cantidad de improperios, insultos y descalificaciones que he leído y escuchado referido a personas y que conduce a los enfrentamientos más agrios y crispados. Algo que desgraciadamente sucede a menudo con las controversias y polémicas en las redes sociales y que reflejan una falta de madurez democrática y ciudadana. Y considero que la raíz de todos estos males procede de la falta de comprensión e interiorización de algo que he defendido siempre: Lo único respetable son las personas y sus derechos tener ideas, creencias y opiniones y expresarlas libremente dentro de los límites legales mencionados. Pero ese derecho a tener ideas, creencias u opiniones no conlleva, en modo alguno, que éstas sean objeto de incuestionable respeto. Esta tendencia permanente - insisto en que se da en personas progresistas- de corporeizar las ideas y creencias y convertirlas en una prolongación de la persona, es una de los motivos que más problemas de convivencia originan. E incluso algunos que consideran que éstas son cuestionables, exigen que sea de “determinada forma” para no herir a la persona. Es obvio que la mesura es una buena forma de relación y convivencia, pero muchos que lamentan cierta “rotundidad crítica”, no comprenden que es una prerrogativa del crítico y nunca un derecho de lo criticado. En los temas religiosos, convierte el debate en algo imposible. Decía un eminente filósofo que no hay que confundir a la persona con su sombra ya que, como es obvio, son dos cosas distintas. Y me permito añadir que la sombra es tan corta o alargada como la altura e inclinación del sol. Lo mismo ocurre con las ideas, creencias u opiniones. No son más que sombras de nosotros mismos que varían con los años y el crecimiento personal e intelectual. Respetemos a las personas, sobre todo a las personas y sus derechos. Pero cuestionemos todas las ideas y creencias con la virulencia que consideremos necesaria. Los grandes avances de la humanidad han sido provocados por la falta de respeto a lo establecido. A las creencias, ideas y dogmas.
He sido un lector ávido de tu blog durante años, y tus nuevas publicaciones continúan impresionándome.
ResponderEliminarMuchísimas gracias
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